En Venezuela, quién trae los regalos el 25 de Diciembre no es Santa Claus, ni Papá Noel, ni San Nicolás. Es el Niño Jesús.
Recuerdo que un día, en el Liceo Los Arcos, donde estudié la educación básica, surgió entre los compañeros del salón la discusión de si existía o no el Niño Jesús. ¡Qué debate tan intenso! Debo confesar que yo estaba en el grupo que defendía con todas sus fuerzas la existencia del Niño Jesús. Recuerdo, que a mi corta edad, me parecía una enorme falta de fe no creer en Él. Todo era obvio: nacía un Niño. Ese Niño es Dios. Dios todo lo puede. Entonces, ¿Por qué no iba a ser Él quién me traía los regalos?
Después de acabar la discusión en el salón de clases, mi convicción no había sido afectada en lo más mínimo. Sin embargo, había decidido que al llegar a casa hablaría con mis papás. Ellos confirmarían mis argumentos y yo, podría ir al día siguiente a la escuela y recordarles a mis amigos incrédulos lo equivocados que estaban.
Recuerdo con nitidez cuando llegué al Apartamento 11-A del Edificio Caroní en la Urbanización Santa Fe. Esa dirección no se me olvidará nunca, fue la primera vez que me aprendí la dirección de mi casa.
Entré en el apartamento e inmediatamente interpelé a mi mamá. ¡Mami tenemos que hablar!, mi mamá me invitó a que nos sentáramos en la sala de estar que estaba entrando a la derecha. Nos sentamos juntos. Usamos el sofá que estaba debajo de un cuadro con tres pescadores que ha estado en mi casa desde que yo tengo memoria. Un minuto después, mi papá se incorporó a la conversación.
Recuerdo que el escenario me resultaba perfecto. Mis dos interlocutores eran las personas con autoridad indiscutible en cualquier tema. Mi papá y mi mamá no se podían equivocar y yo pensaba que en cuestión de minutos me dirían: Juani, no te preocupes, esos niños de Los Arcos son unos mentirosos. El Niño Jesús claro que existe.
Y entonces, sin anestesia, lancé mi pregunta: ¿Verdad que el Niño Jesús si existe? Hubo un silencio. No tengo la más mínima idea de qué sintieron mis padres en ese momento. No sé si se asustaron. Si no supieron que contestar. Si se pusieron nerviosos. Simplemente no sé. Yo no percibí nada en ese momento.
Pero al fin llegó la respuesta. Una respuesta fue extraordinaria. ¡Yo tenía razón! ¡El Niño Jesús existe! Claro, ellos me explicaron que no es un niñito que se mete por debajo de la puerta, ni por la ventana, mucho menos por la chimenea. Tampoco es ese niñito quien físicamente hace/compra, envuelve y trae lo regalos. Me dijeron que ellos son los que compran, envuelven y ponen los regalos en el Nacimiento (en mi casa siempre se han puesto los regalos en el nacimiento, no en el arbolito). Pero me aclararon que el Niño Jesús ayuda a mi papá en el trabajo para que pueda ganarse el dinero para comprar los regalos, es Él quién hace que mi mamá encuentre lo que nosotros pedíamos en la carta, es Él quién nos cuida a lo largo del año para que todos podamos llegar a navidad sanos y salvos, etc. La conclusión para mí era clara, sin el Niño Jesús en mi casa no habría nunca regalos en Navidad.
Ok, lo admito, descubrir que Él personalmente no trae los regalos fue un shock. Pero, en el fondo, eso a mí que me importa. Es más, si mis papás ayudan a al Niño Jesús, ¡mejor! Que divertido pensar que mi papá y mi mamá tienen que trabajar junto con el Niño para traerme los regalos.
Hoy, sigo creyendo que el Niño Jesús existe. Este año, le pedí una mochila con ruedas para poder llevar caminando los libros a la universidad, también le pedí el concierto 360 de U2 en Los Ángeles y lo más importante, una bolsa de Marshmallows. Todo me lo trajo. Se lo agradezco un montón. Pero también le agradezco y pienso que todos debemos hacerlo, tantos detalles de cariño y atención que nos hace el Niño Jesús a lo largo del año a nosotros y a nuestras familias.
Gracias a todos los que con su lectura, con sus textos o con sus comentarios han ayudado a enriquecer este blog.
Disfruto pensando que en este rincón de internet, puedo venir y recordar que hay gente buena en el mundo. Que la tierra en verdad es un sitio lleno de alegría. Que los dramas y tragedias que vemos en los medios de comunicación, son solo una porción de la realidad. La otra porción, es un universo inmenso de historias sencillas, que no logran estar en los grandes titulares, pero que contienen la verdadera riqueza del hombre, su capacidad de amar y de servir a sus iguales.
¡Feliz Navidad! ¡Feliz año!