Astronauta,
bombero, policía, maestro… son las profesiones que oímos de un niño cuando nos
cuenta lo que quiere ser “cuando sea grande”. Probablemente nosotros mismos lo
dijimos. ¡Ha! Se me olvidaba, las niñas siempre dicen que quieren ser
veterinarias. Mi hermana aspiraba a ser entrenadora de delfines.
Para poder alcanzar
esos sueños y muchos otros hemos nacido hombres y mujeres libres. Esta es la
esencia de la libertad: la capacidad de construir y orientar nuestra existencia. Poder decidir lo que queremos ser cuando seamos grandes.
Curiosamente,
hay quienes piensan que asumir compromisos es una restricción de la libertad.
Argumentan que los compromisos disminuyen el número de posibilidades entre las
que se puede elegir. Si decido ser policía, entonces ya no puedo ser
astronauta. Asi, es mejor no ser nada y siempre tener la
posibilidad de ser astronauta, bombero, policía o maestro.
Cuando somos
jóvenes, esta argumentación es especialmente persuasiva. Sentimos que tenemos
toda la vida por delante y es preferible no comprometerse a nada. Cara al
futuro, tendremos libertad para
decidir entre una mayor cantidad de opciones.
Lo malo de este
argumento, es que en la mayoría de los casos, el momento de tomar la decisión
nunca llega. Terminamos por no ser ni bombero, ni astronauta, ni policía ni maestro. Supuestamente defendíamos la libertad de elegir. Pero, en el fondo, había un miedo enorme a las exigencias de los compromisos.
Qué tontería que
huyamos a los compromisos en aras de estar libres de ataduras. La libertad es
precisamente la capacidad que tenemos para comprometernos, a lo que queramos,
pero comprometernos. Qué alegría poder usar la libertad para poner la vida al
servicio del país, para entregar la vida a una mujer, para sacar
adelante mi familia, para ayudar a un amigo, para servir a Dios.
La juventud es
la época en la que se aspira al heroísmo, en la que se sueña en grande. Tenemos
que perderle el miedo al compromiso y usar la libertad para lo que nos ha sido
dada: para comprometernos a esos grandes ideales que todos tenemos pero que no
nos decidimos a vivir.
Buen propósito para el 2012.