Nuestro mundo es
mucho mejor de lo que parece.
Un día me contó
un amigo que estaba muy contento porque había decidido cambiar determinadas
conductas al enterarse de que no eran moralmente rectas. Como conozco bien a
esta persona, puedo concluir con certeza, que en su conducta pasada –aunque
inmoral- no había una voluntad malvada.
Entendí una verdad muy sencilla: que en la mayoría de las equivocaciones
humanas, no hay mala voluntad; hay simplemente, o desconocimiento de que
determinada conducta es un error o desconocimiento del modo correcto de actuar.
Cara a los males
sociales que sufrimos (violencia, drogas, divorcio, aborto, etc.), este es un
panorama muy esperanzador. Lo que
implica es que las personas quieren ser buenas pero ignoran como llegar a
serlo. El problema no es de mala voluntad, el problema es de ignorancia.
Y así como la
mentira se subsana con la verdad, la ignorancia se atiende con la formación. Es
necesario plantar cara y saber desmontar el criterio social imperante, en el que lo bueno o malo se reduce a consideraciones
de tipo ideológico o de mayorías.
Debe ayudarse a
los jóvenes, desde edades muy tempranas a que
aprendan a distinguir lo bueno de lo malo. Principalmente los padres
tienen esta responsabilidad, aunque la responsabilidad se extiende a todos los
que participamos en el proceso educativo de la juventud.
Si enfocamos
nuestros esfuerzos en educar conciencias moralmente rectas, muchos de los problemas
sociales irán desapareciendo prácticamente solos.