Que el Papa Francisco haya escogido el tema ecológico para publicar una Encíclica me tomó por sorpresa. Siempre he respetado las luchas ecológicas pero suelo pensar que ante tantas crisis humanitarias (aborto, guerras, pobreza, droga, analfabetismo, hambre, divorcio, etc.), algunas causas ambientales deben esperar.
Gran sorpresa la mía cuando con terminé de leer
Laudato Si. Llegué a la siguiente conclusión: la crisis
ecológica y las crisis humanitarias, tienen una raíz común: la irresponsabilidad
del hombre que se cree Dios, la
inmadurez del que se cree poseedor de una libertad ilimitada, la ignorancia de
quien ha puesto el dinero como el centro de su vida.
Todo el documento es una joya. El Papa denuncia,
sin pesimismo, lo que va mal y a la vez, alienta a buscar soluciones
proponiendo además cosas concretas. Comparto 3 ideas de la Encíclica que me llamaron
especialmente la atención.
La primera:
(…) “Un cambio en los
estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen
poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los
movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y
así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas,
forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es
un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las
empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda
la responsabilidad social de los consumidores. «Comprar es siempre un acto
moral, y no sólo económico»” (Laudato Si, #206. Subrayado nuestro)
Cabe
entonces afirmar que no solo la necesidad, la conveniencia o el poder
adquisitivo son los elementos a considerar al momento de comprar. Habrá que
preguntarse, ¿este gasto promueve un mundo mejor?
Pienso en un ejemplo concreto. ¿Cuánto gastamos
al año en el cine? ¿Hemos pensado si las películas que vemos promueven los
valores por los cuales vivimos?
Segunda idea:
(…) “en algunos casos
el desarrollo sostenible implicará nuevas formas de crecer, en otros casos,
frente al crecimiento voraz e irresponsable que se produjo durante muchas
décadas, hay que pensar también en detener un poco la marcha, en poner algunos
límites racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde. Sabemos que
es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y
más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana.
Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes
del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes.
Decía Benedicto XVI que «es necesario que las sociedades tecnológicamente
avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la
sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las
condiciones de su uso»” (Laudato Si, #193. Subrayado nuestro).
En un mundo donde la política y su ejercicio han
quedado reducidos a garantizar el crecimiento económico y la salud fiscal del propio
Estado, el Papa recuerda que hay que pensar en los demás.
Yo me pregunto, ¿cuál será el primer país del llamado
“primer mundo” que adopte esta actitud?
Última consideración:
(…) “nos unimos para
hacernos cargo de esta casa que se nos confió, sabiendo que todo lo bueno que
hay en ella será asumido en la fiesta celestial. Junto con todas las criaturas,
caminamos por esta tierra buscando a Dios, porque, «si el mundo tiene un
principio y ha sido creado, busca al que lo ha creado, busca al que le ha dado
inicio, al que es su Creador». Caminemos
cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos
quiten el gozo de la esperanza”. (Laudato Si, #244. Subrayado
nuestro)
Estas últimas líneas reflejan la actitud con la
que debemos enfrentar los retos que, hoy y siempre, tendremos por delante. Hay
que cantar, sonreír y estar alegres.