Hace poco leí una entrevista que hablaba de la
relación entre ambientalismo y las luchas LGBT (Lesbian, Gay, Bisexual, Transgender). Efectivamente están conectadas, y de un modo
más profundo que su conexión en cuánto a métodos de protesta.
Nacimos en un mundo, nos guste más o nos guste
menos, es el que nos tocó. Crecemos y descubrimos nuestra libertad. Con
nuestras decisiones podemos mejorar ese mundo o empobrecerlo. Algunos le hacen daño y otros luchan para que no suceda. Podemos decir que en el
esfuerzo de que la libertad (nuestras decisiones) cuiden la naturaleza (lo que
se nos dio) se va construyendo un mundo más saludable. Esta dinámica ecológica
(libertad-naturaleza) también se da en las luchas LGBTT. Cada ser humano nace con una naturaleza dada
(hombre o mujer) y luego, tiene una vida por delante, plenamente libre, que
influirán en esa naturaleza.
Ambas causas representan la lucha entre lo que
se no da (naturaleza) y lo que queremos ser o hacer (libertad). Sin embargo, a la hora de llevarlas adelante
se da una contradicción. Por un lado, en la lucha ecológica la naturaleza es
una limitación al ejercicio de la libertad. En esta causa, el hombre debe
respetar lo que se le ha dado y cuidarlo porque en ese mundo, se desarrolla y
crece. Por otro, en la lucha LGBTT es al revés, la libertad del hombre es
absoluta ante la naturaleza dada. Lo que se le ha dado (varón o mujer) ya no
importa. El ser humano ignora lo que es, para intentar ser lo que quiere.
Claramente, hay una profunda contradicción conceptual. Para resolverla, se tiene
que respetar a la naturaleza como un todo. Tanto lo que hemos recibido fuera de
nosotros como lo que hemos recibido como individuos de la especie humana. Una
ecología integral exige reconocer y respetar la naturaleza del ser humano: se es hombre o se es mujer. No hay más.
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