jueves, 13 de octubre de 2011

La magnanimidad: una cuestión de actitud.



El otro día iba en el carro y me acordé de unos anuncios publicitarios de Jhonny Walker. Era de aquellas vayas que siempre afirmaban algo positivo, pero luego retaban a algo aún mayor. Una de las vallas decía: Leer o ser leído. Otra: Ganar o romper un récord. ¿Se acuerdan?

Siempre pensé que esas vayas podían verse desde dos perspectivas. Podían verse como un mensaje orientado a fomentar una ambición insana o una especie de egoísmo; un querer llegar a lo más alto cueste lo que cueste. Al contrario, también podría decirse que esas frases son una invitación a vencer el conformismo y a aspirar ideales fuera de lo común. Más que soberbia, buscan fomentar la magnanimidad. ¿Cómo saber cuál es el enfoque correcto? La respuesta es simple: aquél que ayudara a vender más Whisky.  Pero a mí me llamó la atención que la misma propuesta: leer o ser leído, puede significar magnanimidad o puede significar soberbia. ¿Cuándo es magnanimidad y cuándo es soberbia?

Creo que la balanza se inclina hacia uno u otro lado dependiendo de la finalidad con la que se asume el reto. ¿Qué busca una persona cuando aspira a algo? ¿Qué quiere lograr fulano cuando emprende la conquista de realidades ambiciosas? La respuesta a esa pregunta hará de esa persona, de ese fulano, un gran hombre, una gran mujer o un hechón insoportable. El gran hombre o la gran mujer es la que aspira a la realización de esas realidades ambicionas no solo en función de su crecimiento personal, sino también en función del bien que puede hacer a la sociedad. El hechón o el guillúo, tiene grandes aspiraciones porque espera grandes honores y destacar él en la sociedad. 

Romper el récord para ascender en el ranking del atletismo: cosa buena. Romper el récord para ascender en el ranking de atletismo y además, dejar en alto la bandera del país que representas: cosa aún mejor. Pasar del primer al segundo nivel es una cuestión de actitud, ¿lo hago por mí o lo hago para el mundo?
"Lo único que hace falta para que el mal triunfe, es que los hombres buenos no hagan nada"
Edmund Burke