lunes, 23 de octubre de 2017

Honey Mustard


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Era una de esas conversaciones que se recuerdan con agrado. El momento facilitaba un diálogo sereno, el lugar le proporcionaba un escenario acogedor y el tema de conversación era interesante. Mi interlocutor me decía que estaba en la búsqueda de la mujer de su vida. Y deseaba conseguir una que fuera compatible con el. Su problema hasta el momento era encontrar a alguien que secundara sus gustos, aficiones y estilos de vida.

Me vino a la cabeza una frase de Chesterton que con su habitual ironía puntualizaba: “si los casados pudieran divorciarse por ser incompatibles, no entiendo porque no se han divorciado todos”. Porque es evidente, la naturaleza lo impone, un hombre y una mujer no son compatibles.

Las relaciones humanas como las buenas salsas, están hechas de muchos ingredientes que en su conjunto son mucho más valiosos que individualmente considerados. Lo importante no es que los ingredientes sean compatibles sino que se complementen. Que las cosas buenas de uno no desluzcan las del otro. Por el contrario, que sean capaces de hacerlas desparecer o al menos, hacerlas imperceptibles. La verdadera riqueza de una relación humana no está en su compatibilidad, sino en su complementaridad. Que juntos son más que estando solos.

Es así como se hace la famosísima salsa conocida como honey-mustard. La miel es más compatible con el azúcar pero solo cuando está dispuesta a juntarse con algo distinto, surge algo nuevo. 

Y siguiendo estos razonamientos, acabé dándole este consejo a mi amigo: No aspires a la compatibilidad. Pronto te aburrirá. Aprende más bien a enriquecerte con lo distinto que tienen los demás. Así no solo encontrarás la mujer de tu vida sino que la sabrás amar hasta el final. 
"Lo único que hace falta para que el mal triunfe, es que los hombres buenos no hagan nada"
Edmund Burke