domingo, 22 de abril de 2018

Preguntas Difíciles

- Mami, ¿si santa es tan gordo cómo cabe por la chimenea? Y, si esta casa es tan alta ¿cómo es que logra bajar sin darse un golpe cuando cae? Si no sabes, yo se lo voy a preguntar, esta noche me voy a quedar despierto para conocerlo.

- No –contesta la mamá- no puedes porque hay que irse a dormir.

- Pero, ¿por qué no puedo quedarme despierto para saludarlo? Seguro se alegra de verme.

     Y otro día:

- Hijo, vamos a hablarle a Papá Dios que está en tu corazón.

- Pero mami, ¿porqué no sale de ahí y así es más fácil hablar con Él? Si lo viera, es más fácil. ¿Por qué Dios no se deja ver? Yo lo quiero ver.

Y así, continúa la historia de un niño preguntón y una madre que no sabe cómo contestar.

Y es que muchas de estas preguntas solo tienen una respuesta: no sé. Pero los adultos solemos tener miedo a decir no sé. Nos hace sentir débiles, inseguros. Fuera de control. Antes de decir que no sabemos, lanzamos cualquier teoría. Pero...  ¡Es tan evidente que la realidad supera lo que somos capaces de explicar!

Superar la tentación de ser sabelotodo y decir no sé, llena de alegría. Primero, porque abre las puertas a la novedad y permite que el mundo nos sorprenda. Solo es nuevo y sorprendente lo que antes desconocíamos. Y segundo, porque solo quién reconoce que no sabe, busca saber y disfruta del gozo de aprender.
"Lo único que hace falta para que el mal triunfe, es que los hombres buenos no hagan nada"
Edmund Burke