jueves, 29 de septiembre de 2016

Beethoven o Daddy Yankee: reflexiones sobre la belleza.

Hace pocos días escuché una conferencia de un violinista de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. Al terminar, le hice una pregunta que me ronda la cabeza desde hace algunos años. ¿Cómo se aprecia la belleza en la música? ¿Qué distingue la buena de la mala música? En el arte en general, ¿se puede decir que hay criterios objetivos de belleza?

Rápidamente el público se alborotó y empezó a decir el conocido refrán "Para los gustos, los colores". La opinión general era que no se podía juzgar ningún tipo de arte con criterios objetivos sino que todo dependía de la percepción subjetiva. Yo me niego a aceptar esta afirmación. Me resulta imposible aceptar que por la percepción del espectador se iguale una sinfonía de Beethoven y una canción de Daddy Yankee o una pintura de Miguel Ángel con el graffiti en la pared de enfrente de mi casa. 

El violinista se esforzó por contestarme. Me dijo que efectivamente existen algunos criterios que ayudan a distinguir una música bien o mal hecha. Habló específicamente de la armonía, la melodía y el ritmo. Sin embargo, puntualizó que hay gente a la que le gusta la música mal hecha y no ve ningún problema con eso. 

Por mi parte, me sentí contestado a medias. Pocos días después conseguí unas líneas de Tomás de Aquino que define la belleza como "la expresión visible de la verdad y de la bondad". Me di por satisfecho. La belleza tiene su marco de referencia. No hay belleza cuando el arte se utiliza para promover el mal o mentir. 

Cuando conté lleno de emoción mi descubrimiento, un amigo me preguntó: pero cuál es tu obsesión con la vaina de la belleza. Le contesté con una idea que leí en un libro de Catherien L´Ecuyer: la belleza suele tener sentido por sí misma, a pesar de no tener utilidad. Es decir, descubrir la belleza de las cosas y de las personas es empezar a valorarlas por lo que son y no solo por el beneficio que me producen. Es un modo de romper con el utilitarismo y el individualismo, con la economía consumista, con la ética del tener sobre el ser. Admirar la belleza de las cosas, es en definitiva, descrubir lo bello y lo bueno que tiene cada ser de la creación. 

Este descubrimiento, además de ser clave para la construcción de un mundo mejor, siempre llena de alegría. Vale la pena "re-educarnos" para que en nuestra vidas súper ocupadas y acelaradas, sepamos redescubrir la belleza de la creación. 
"Lo único que hace falta para que el mal triunfe, es que los hombres buenos no hagan nada"
Edmund Burke