domingo, 26 de diciembre de 2010

El Niño Jesús





En Venezuela, quién trae los regalos el 25 de Diciembre no es Santa Claus, ni Papá Noel, ni San Nicolás. Es el Niño Jesús. 
Recuerdo que un día, en el Liceo Los Arcos, donde estudié la educación básica, surgió entre los compañeros del salón la discusión de si existía o no el Niño Jesús. ¡Qué debate tan intenso! Debo confesar que yo estaba en el grupo que defendía con todas sus fuerzas  la existencia del Niño Jesús. Recuerdo, que a mi corta edad, me parecía una enorme falta de fe no creer en Él. Todo era obvio: nacía un Niño. Ese Niño es Dios. Dios todo lo puede.  Entonces, ¿Por qué no iba a ser  Él quién me traía los regalos?
Después de acabar la discusión en el salón de clases, mi convicción no había sido afectada en lo más mínimo. Sin embargo, había decidido que al llegar a casa hablaría con mis papás. Ellos confirmarían mis argumentos y yo, podría ir al día siguiente a la escuela y recordarles a mis amigos incrédulos lo equivocados que estaban.
Recuerdo con nitidez cuando llegué al Apartamento 11-A del Edificio Caroní en la Urbanización Santa Fe. Esa dirección no se me olvidará nunca, fue la primera vez que me aprendí la dirección de mi casa.
Entré en el apartamento e inmediatamente interpelé a mi mamá. ¡Mami tenemos que hablar!, mi mamá me invitó a que nos sentáramos en la sala de estar que estaba entrando a la derecha. Nos sentamos juntos. Usamos el sofá que estaba debajo de un cuadro con tres pescadores que ha estado en mi casa desde que yo tengo memoria. Un minuto después, mi papá se incorporó a la conversación.
Recuerdo que el escenario me resultaba perfecto.  Mis dos interlocutores eran las personas con autoridad indiscutible en cualquier tema.  Mi papá y mi mamá no se podían equivocar y yo pensaba que en cuestión de minutos me dirían: Juani, no te preocupes, esos niños de Los Arcos son unos mentirosos. El Niño Jesús claro que existe.
Y entonces, sin anestesia, lancé mi pregunta: ¿Verdad que el Niño Jesús si existe? Hubo un silencio. No tengo la más mínima idea de qué sintieron mis padres en ese momento. No sé si se asustaron. Si no supieron que contestar. Si se pusieron nerviosos. Simplemente no sé. Yo no percibí nada en ese momento.
Pero al fin llegó la respuesta. Una respuesta fue extraordinaria. ¡Yo tenía razón! ¡El Niño Jesús existe! Claro, ellos me explicaron que no es un niñito que se mete por debajo de la puerta, ni por la ventana, mucho menos por la chimenea. Tampoco es ese niñito quien  físicamente hace/compra, envuelve y trae lo regalos. Me dijeron que ellos son los que compran, envuelven y ponen los regalos en el Nacimiento (en mi casa  siempre se han puesto los regalos en el nacimiento, no en el arbolito). Pero me aclararon que el Niño Jesús ayuda  a mi papá en el trabajo para que pueda ganarse el dinero para comprar los regalos, es Él quién hace que mi mamá encuentre lo que nosotros pedíamos en la carta, es Él quién nos cuida a lo largo del año para que todos podamos llegar a navidad sanos y salvos, etc. La conclusión para mí era clara, sin el Niño Jesús en mi casa no habría nunca regalos en Navidad.
Ok, lo admito, descubrir que Él personalmente no trae los regalos fue un shock. Pero, en el fondo, eso a mí que me importa. Es más, si mis papás ayudan a al Niño Jesús, ¡mejor! Que divertido pensar que mi papá y mi mamá tienen que trabajar junto con el Niño para traerme los regalos.
Hoy, sigo creyendo que el Niño Jesús existe. Este año, le pedí una mochila con ruedas para poder llevar caminando los libros a la universidad, también le pedí el concierto 360 de U2  en Los Ángeles y lo más importante, una bolsa de Marshmallows. Todo me lo trajo. Se lo agradezco un montón. Pero también le agradezco y pienso que todos debemos hacerlo, tantos detalles de cariño y atención que nos hace el Niño Jesús a lo largo del año a nosotros y a nuestras familias.
Gracias a todos los que con su lectura, con sus textos o con sus comentarios han ayudado a enriquecer este blog.
Disfruto pensando que en este rincón de internet, puedo venir y recordar que hay gente buena en el mundo. Que la tierra en verdad es un sitio lleno de alegría. Que los dramas y tragedias que vemos en los medios de comunicación, son solo una porción de la realidad. La otra porción,  es un universo inmenso de historias sencillas, que no logran estar en los grandes titulares, pero que contienen  la verdadera riqueza del hombre, su capacidad de amar y de servir a sus iguales.
¡Feliz Navidad! ¡Feliz año!


lunes, 6 de diciembre de 2010

No tengo tiempo


No tengo tiempo es probablemente una de las frases que más se pronuncian en nuestra sociedad. Es comprensible, el tiempo es el recurso más importante para lograr nuestras metas y continuamente tenemos la sensación de que es un recurso escaso.  

He oído decir no tengo tiempo a un abogado en ejercicio, casado, con hijos, miembro de la junta de vecinos de la urbanización, profesor de doctrina católica, estudioso del latín y de la filosofía. También he oído decir no tengo tiempo a un estudiante universitario, soltero, sin hijos, sin trabajo profesional ni personas que mantener, sin ninguna actividad extracurricular y en no pocas ocasiones con malas notas. Tanto para el abogado como para el estudiante universitario cada hora del día son 60 minutos y cada minuto son 60 segundos. Es decir, desde el punto de vista matemático ambos  cuentan con el mismo tiempo para cumplir con sus responsabilidades.  Uno tiene una carga de responsabilidad evidentemente más exigente pero de todas maneras tanto el primero como el segundo tienen la misma queja: no tengo tiempo.  Claramente hay algo que no cuadra, ¿dónde está el problema?

Se pueden decir muchas cosas para contestar esta pregunta. Me limitaré a una. Surgió en una de esas agradables conversaciones durante la cena. El tiempo es relativo, es simplemente la envoltura de las cosas que hacemos dijo uno de los comensales. Los que lo oímos nos reímos. El autor ya tiene prestigio por sus frases audaces que rompen  esquemas y paradigmas con años de estabilidad. A veces gozan del apoyo popular pero otras veces son rechazadas y el rechazo viene acompañado con denuncias de manipulación y reduccionismo. Sin embargo, el tiempo es la envoltura de las cosas que hacemos fue una frase exitosa.
No es lo mismo decir “tengo una hora para hacer esto”, a  decir “en una hora voy a hacer esto”. En la primera frase, el tiempo condiciona nuestra capacidad de acción. En la  segunda, logramos dominar el tiempo para hacerlo rendir tanto como necesitamos que rinda. Es verdad que 60 minutos son 60 minutos y luego del minuto 59 con 59 segundos, la hora se acabó. Pero, en ese espacio el estudiante universitario ha hablado por teléfono con 2 amigos y 2 amigas y ha leído un poco para la universidad mientras revisa facebook. El abogado en cambio, ha despachado 2 clientes, hizo la cita con el médico para su hija, pagó por internet el colegio de sus hijos, le mandó unas flores a la esposa, preparó su clase de doctrina católica y … revisó facebook, que hoy en día es casi más importante que todo lo demás.  Así se entiende que el tiempo es la envoltura que de las cosas que hacemos, depende de nosotros cuantas cosas queramos meter dentro de los mismos 59 minutos con 59 segundos. 

Muchísimas veces se argumenta que no se puede trabajar más en servicio del bien porque no tengo tiempo. La realidad demuestra que no es tan así, todavía podemos meter mucha más actividad en la envoltura. Siempre pueden hacerse rendir mucho más los 60 segundos que componen cada minuto de nuestra vida.
"Lo único que hace falta para que el mal triunfe, es que los hombres buenos no hagan nada"
Edmund Burke