domingo, 15 de noviembre de 2015

Desarrollo, Responsabilidad y Alegría.



Que el Papa Francisco haya escogido el tema ecológico para publicar una Encíclica me tomó por sorpresa. Siempre he respetado las luchas ecológicas pero suelo pensar que ante tantas crisis humanitarias (aborto, guerras, pobreza, droga, analfabetismo, hambre, divorcio, etc.), algunas causas ambientales deben esperar.
Gran sorpresa la mía cuando con terminé de leer Laudato Si.  Llegué a la siguiente conclusión: la crisis ecológica y las crisis humanitarias, tienen una raíz común: la irresponsabilidad del hombre que se cree Dios,  la inmadurez del que se cree poseedor de una libertad ilimitada, la ignorancia de quien ha puesto el dinero como el centro de su vida.
Todo el documento es una joya. El Papa denuncia, sin pesimismo, lo que va mal y a la vez, alienta a buscar soluciones proponiendo además cosas concretas. Comparto 3 ideas de la Encíclica que me llamaron especialmente la atención.
La primera:
(…) “Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores. «Comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico»” (Laudato Si, #206. Subrayado nuestro)
 Cabe entonces afirmar que no solo la necesidad, la conveniencia o el poder adquisitivo son los elementos a considerar al momento de comprar. Habrá que preguntarse, ¿este gasto promueve un mundo mejor?
Pienso en un ejemplo concreto. ¿Cuánto gastamos al año en el cine? ¿Hemos pensado si las películas que vemos promueven los valores por los cuales vivimos?  
Segunda idea:
(…) “en algunos casos el desarrollo sostenible implicará nuevas formas de crecer, en otros casos, frente al crecimiento voraz e irresponsable que se produjo durante muchas décadas, hay que pensar también en detener un poco la marcha, en poner algunos límites racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde. Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes. Decía Benedicto XVI que «es necesario que las sociedades tecnológicamente avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las condiciones de su uso»” (Laudato Si, #193. Subrayado nuestro).
En un mundo donde la política y su ejercicio han quedado reducidos a garantizar el crecimiento económico y la salud fiscal del propio Estado, el Papa recuerda que hay que pensar en los demás.  
Yo me pregunto, ¿cuál será el primer país del llamado “primer mundo” que adopte esta actitud?
Última consideración:
(…) “nos unimos para hacernos cargo de esta casa que se nos confió, sabiendo que todo lo bueno que hay en ella será asumido en la fiesta celestial. Junto con todas las criaturas, caminamos por esta tierra buscando a Dios, porque, «si el mundo tiene un principio y ha sido creado, busca al que lo ha creado, busca al que le ha dado inicio, al que es su Creador». Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza”. (Laudato Si, #244. Subrayado nuestro)

Estas últimas líneas reflejan la actitud con la que debemos enfrentar los retos que, hoy y siempre, tendremos por delante. Hay que cantar, sonreír y estar alegres. 

sábado, 24 de octubre de 2015

Andrés Bello: al servicio de Chile e Hispanoamérica


A ciento cincuenta años de la desaparición física de Andrés Bello, suceso ocurrido el 15 de octubre de 1865, podemos intentar conmemorar casi todo lo que hizo al servicio de Chile e Hispanoamérica. A saber, preparó la mayor parte de los mensajes presidenciales de tres mandatarios (Joaquín Prieto, Manuel Bulnes y Manuel Montt) durante tres décadas (1831-1861). También, sirvió al Ministerio de Relaciones Exteriores en todo lo que se refiere a política externa y al Ministerio de Hacienda, en política interna y administración. Junto a Mariano Egaña, lideró la renovación jurídica de Chile, que culminó con la Constitución de 1833 y –ya desaparecido Egaña– preparó y redactó el Código Civil. A ello hay que añadir que fue Senador desde 1837 hasta el año de su muerte. Creó la Universidad de Chile (1842-1843), siendo su autoridad máxima, y reelegido en su cargo durante cuatro periodos consecutivos. Por veintitrés años estuvo a cargo del periódico oficial “El Araucano”, que contribuyó a conformar y a expresar en un sinfín de materias, la opinión del Estado de entonces. Finalmente, promovió y actualizó una de las obras más unitivas del continente hispanoamericano en lo relacionado con el idioma y su independencia cultural: la configuración de la “Gramática de la lengua castellana”.

El epílogo que mejor sintetiza esta incesante labor de Bello está en las palabras que dijera Ignacio Domeyko en representación de la Universidad de Chile, el día 17 de octubre durante el entierro: “dudaría la razón que en una sola vida, un solo hombre pudiera saber tanto, hacer tanto y amar tanto”. Junto a esto, también se puede rescatar una frase casi profética que el líder de la Junta Suprema de Caracas, Juan Germán Roscio, le escribió a Bello en una afectuosa carta, cuando éste era aún más joven, en 1811, mientras estaba en Londres “Ilústrese más para que ilustre a su patria”.

Saber tanto, hacer tanto, amar tanto, ilustrase para ilustrar a tantos. La vida de Bello fue una actividad realizada con desinterés absoluto, con afán de servicio por la patria y el continente. Bello actuó cimentándose en un estudio serio, meditado, perseverante, que lo llevó a la plena convicción de que tenía que servir y darse. Y ese estudio lo ayudó, de alguna manera, a darse cuenta de que, a pesar de su timidez natural, este era el medio para ofrecer ayuda, para organizar, para poner las bases y las estructuras de un mejor futuro republicano. Con el estudio creció su autoridad intelectual y moral ante los demás, y con ese prestigio, fue llamado a tareas de organización y guía que le permitieron expresar sus opiniones con libertad sin necesidad de llamar la atención, o sin necesidad de mostrarse histriónico o especialmente preparado para la oratoria y la movilización de masas, o sin necesidad de luchar para obtener un alto cargo. Andrés Bello influyó calladamente desde su disposición para el estudio.

Tal vez sea este, en mi opinión, el legado más significativo de Bello: su vida de estudio sereno y profundo. Ese “proceder analítico, único medio de adquirir verdaderos conocimientos”, como solía decir, que le permitió pensar sosegadamente en las mejores soluciones a los problemas de su tiempo. Su vida aplicada en Caracas durante veintinueve años; luego, sus estudios y experiencias londinenses durante otros diecinueve; y finalmente, su impulso y provechoso desenvolvimiento santiaguino durante treinta seis años, fueron esferas de existencia con un esforzado “proceder analítico” para adquirir conocimientos que valieron al logro final y perdurable de la independencia institucional chilena e hispanoamericana.

Alfredo Gorrochotegui Martell
Director del Magíster en Gestión Educacional de Calidad

Universidad de los Andes

jueves, 21 de mayo de 2015

Soñar hasta morir

En mis años universitarios, cuando iba a almorzar a casa de mis abuelos, era común que mi abuelo tuviera ideas que compartir sobre cómo ayudar al país en los difíciles momentos que vivimos. Mi abuelo tenía cerca de 80 años y no dejaba de pensar en cómo hacer realidad uno de sus sueños: que Venezuela viviera en libertad y los venezolanos fueran felices.

Gracias a Dios, he estado rodeado de gente, que me ha empujado a soñar, a tener ideales grandes y nobles. Mejor aún, han mantenido el empuje para que también los sepa hacer realidad. Debe ser por esto, que nunca he hecho mucho caso a las no pocas personas que, al contarle mis sueños y ambiciones,  me han llamado idealista, ingenuo o me han dicho “cuando yo era joven, pensaba como tú pero ya la vida te enseñará”.

No les falta razón a aquellos que dicen “la vida te enseñará”. Es verdad, la experiencia te muestra que los sueños y metas se verán llenos de dificultades. Pero, se equivocan, si piensan que eso es escusa para abandonarlos. Abandonar los sueños es rendirse ante el mal. Por eso, quienes así obran, se llenan de pesimismo. Por el contrario, quienes a pesar de las dificultades, insisten, de un modo y de otro, a lo largo de toda la vida por hacer realidad sus metas, se llenan de optimismo y son capaces de encontrar caminos para seguir trabajando por su ideal.

Un refrán popular que he oído muchas veces: el mundo fuera mejor si los viejos pudieran y los jóvenes quisieran. Yo he conocido muchos jóvenes y viejos, que quieren, pueden y hacen mucho. Ambos comparten lo mismo: un compromiso personal de no abandonar nunca, no importa los contratiempos, la lucha por sus sueños. 

miércoles, 25 de febrero de 2015

11 ideas para ayudar a estudiar a tus hijos

Este texto intenta ofrecer ideas prácticas de lo expresado en el artículo ¡Que jueguen los niños!(http://juanantoniobg.blogspot.com/2015/02/que-jueguen-los-ninos.html).
Recomiendo que lo lean para entender mejor lo aquí transmitido. 


Las 11 ideas:
1.       Proponer metas para cada sesión de estudio y no interrumpirlo hasta lograrlas. Por ejemplo: definir un tiempo continuo de estudio, fijarse un determinado número de capítulos o páginas, acabar unas determinadas asignaciones. Esto ayuda a fomentar la constancia, la perseverancia y el espíritu de sacrificio. 

2.       Enseñar que cuando no se entiende algo, conviene pedir ayuda en vez de abandonar la tarea. Esto ayuda a fomentar la humildad (conciencia de necesitar ayuda) y la costumbre de pedir consejo.

3.       Enseñar a preparar un plan de trabajo. Organizando los deberes por importancia, urgencia y dificultad. Esto ayuda a desarrollar la prudencia. Es decir, escoger los mejores medios para alcanzar un fin.

4.       Transmitir un claro orden en la jerarquía de las cosas. Primero estudiar, luego jugar. Esto constituye un apoyo para el desarrollo de la fortaleza. Se hace lo que se debe, no lo que provoca.

5.       Tener bien definida la zona de trabajo y disponer de los materiales necesarios para trabajar sin interrupciones. Esto facilita exigir que se cuiden las cosas y que se recojan y dejen en su sitio al terminar.  Se ayuda a los muchachos a ser más ordenados.

6.       Procurar que los trabajos queden bien terminados, cuidando los detalles, sin prestar atención exclusivamente al resultado final. Así potenciamos la profesionalidad y la laboriosidad. No solo es importante trabajar, sino, sobre todo, trabajar bien.

7.       No consentir en los plagios, “copy/paste”, o copias arbitrarias del material de otros compañeros. De este modo, se realza el valor de la sinceridad y la honradez intelectual.

8.       Evitar comer o escuchar música mientras se estudia o se trabaja. “Con música estudio mejor” dicen muchos. Pero la realidad es que el estudio requiere los 5 sentidos enfocados en el trabajo. Es un buen ejercicio de templanza y sobriedad.

9.       Cuidar los materiales de trabajo (lápices, cuadernos, libros, computadoras) aunque algunos de ellos sean de poco valor. Así también formamos la virtud de la pobreza, que lleva a estar agradecido por lo recibido y ayudar a quienes no han tenido la misma suerte.

10.   Animar a estudiar pensando en los demás. Ofreciendo ayuda a quien le cuesta más. Invitar amigos a estudiar juntos. Así pueden apoyarse mutuamente aportando cada uno según sus cualidades. Así se potencia la solidaridad, la amistad y se fortalecen hábitos de trabajo en equipo.

11.   Por último, lo más importante. Enseñar a trabajar por Dios y en la presencia de Dios. Me consta que los niños reaccionan con mucha emoción, cuando se les explica que pueden ofrecer a Dios los esfuerzos de su estudio, que pueden pedirle ayuda y que cuando estudian, lo hacen bajo la mirada cariñosa de Dios. Él siempre es justo y valora por encima de todo el esfuerzo. Así se potencia en los muchachos las virtudes más importantes: la fe, la esperanza y el amor. Además. esta actitud, facilita vivir todo lo anterior y eleva al estudio a su máxima dignidad: ser instrumento de unión con Dios.

¡Que jueguen los niños!

Hace pocos días, un viernes por la noche, vi a un jovencito de 15 años estudiando hasta tarde. Se preparaba para varios exámenes en la mañana del sábado. El pobre estaba absolutamente agobiado y agotado. Algo me hizo pensar, esta situación no está bien.
Me apena presenciar cómo las escuelas han puesto el rendimiento académico como su fin principal. Noto, cómo aspiran a ser las mejores a base de enviar ingentes cantidades de tareas para que sus alumnos no puedan hacer otra cosa que estudiar. Por otro lado, es aún más doloroso, encontrarse con tantos padres que también han entrado en la misma dinámica. Para muchos, el bien máximo a conseguir por su hijo es una buena calificación.
Así, veo niños que pasan horas frente a los libros, bajo  una presión increíble, impuesta por los padres, compañeros y la escuela, con el único objetivo de que saque buenas notas. Y me pregunto, ¿esto tiene sentido? Me parece que no. Hay una pérdida de enfoque. El rendimiento académico ha asumido la absoluta primacía en la educación. Ha desplazado a lo que verdaderamente debe ocupar ese puesto: el desarrollo de una personalidad madura que ayude a los niños y adolescentes a asumir las riendas de su vida.
Esas edades, y solo esas, son el tiempo que la naturaleza ha previsto para que los niños y niñas aprendan a ser hombres y mujeres de virtud. Pero el estudio solo no logra eso. Es necesario que los niños jueguen con los amigos, compartan en familia, desarrollen un hobbie, hagan la compra con mami, vaya con papá a arreglar el carro, acompañen a un hermano al médico, etc. etc. Cuando se les priva continuamente de estas experiencias, porque “sino no tienen tiempo para estudiar”, se les hace un daño tremendo.
Debemos recuperar el ideal de que el estudio sea un instrumento para que nuestros hijos aprendan a ser sinceros, perseverantes, responsables, diligentes, puntuales, ordenados, etc. Si lo vemos así, el estudio y la escuela se integran junto con las relaciones familiares, los encargos de la casa, el entretenimiento, las relaciones sociales y tantas otras cosas en un ritmo de vida al servicio del crecimiento integral del joven.  Ya habrá tiempo, en la universidad, de situar el rendimiento académico en un lugar prominente.
Estas reflexiones, me han llevado a recordar una conversación con un matrimonio amigo. Me contaban la preocupación que tenían por lo que, a su juicio, era una carga académica desproporcionada para la edad de su niño. “Pareciera que las tareas están mandadas para que las hagan las mamás” me dijo la señora.
Luego me contó este diálogo que había sostenido con su niño:
-          Hijo,  vete a jugar, ya es suficiente de hacer tareas.
-          No mamá, ¡todavía hay cosas pendientes!
-          No importa, hijo. Has hecho bastante, vete a jugar.

100 % de acuerdo, ¡Que jueguen los niños! Así tendremos jóvenes más maduros y preparados para sacar adelante este mundo nuestro.


P.D. Como complemento de este artículo puede verse este otro: 11 ideas para ayudar a estudiar a tus hijos. (http://juanantoniobg.blogspot.com/2015/02/11-ideas-para-ayudar-estudiar-los-hijos.html). 




miércoles, 7 de enero de 2015

¿Balconear la vida?



El 27 de Julio de 2013, en las playas de Copacabana, oí decir al Papa Francisco “Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse en ella, Jesús no se quedó en el balcón, se metió; no balconeen la vida, métanse en ella como hizo Jesús.”
Hace unos días, estuve analizando, con un grupo de muchachos, analizando esa llamada del Papa. ¿Qué piensan ustedes que quiere decir el Papa con la expresión “no balconeéis la vida”?
Como siempre, las primeras respuestas fueron cayendo tímidamente. Romper el silencio es siempre lo más difícil.
Preocuparse por los demás, dijo el primer aventurado.
¿Qué más? , continué yo…
Se animó otro. “No es solo preocuparse por los demás, sino también ayudarlos a resolver sus problemas”. 
Durante el Discurso del Papa
Y un tercero. “Exacto. Estoy de acuerdo. El Papa lo que nos dice es que no veamos las cosas desde el balcón, que es lo mismo que decir, desde lejos o superficialmente. Nos pide que procuremos ayudar a los demás, resolviendo sus dificultades y tratando de ser parte de los cambios que hay en el mundo.”
“Yo pienso - continuó otro – que el Papa no solo quiere que seamos parte del cambio sino los protagonistas del cambio”.
En este momento, animé a los universitarios, que a pesar de ser los mayores, se habían mantenido callados.
Al fin se lanzó uno… “Creo que el Papa también está hablando de fraternidad, de romper las barreas y divisiones que nos separan de los demás. Un balcón tiene siempre una baranda, una reja, algo que te separa de los de enfrente. No balconear significa también superar las diferencias para buscar puntos de encuentro.”
Ya hacia el final de la conversación, alguno de los más jóvenes se animó a dar también su punto de vista. “¡Aprovechar el tiempo!, No balconear significa no esperar sentado a que sucedan las cosas.  Activarse y ayudar.”
Pensé que valdría la pena poner estas cosas por escrito. Si “No balconear la vida” significa todas las cosas que los muchachos dijeron (yo creo que sí), entones tenemos un buen propósito para el 2015: hagamos caso al Papa. ¡No balconemos la vida. Metámosnos en ella! Así, sin duda alguna, el 2015 será un año de progreso –no solo técnico, sino sobre todo humano- para nuestro mundo.
¡Feliz año!



"Lo único que hace falta para que el mal triunfe, es que los hombres buenos no hagan nada"
Edmund Burke