miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Que jueguen los niños!

Hace pocos días, un viernes por la noche, vi a un jovencito de 15 años estudiando hasta tarde. Se preparaba para varios exámenes en la mañana del sábado. El pobre estaba absolutamente agobiado y agotado. Algo me hizo pensar, esta situación no está bien.
Me apena presenciar cómo las escuelas han puesto el rendimiento académico como su fin principal. Noto, cómo aspiran a ser las mejores a base de enviar ingentes cantidades de tareas para que sus alumnos no puedan hacer otra cosa que estudiar. Por otro lado, es aún más doloroso, encontrarse con tantos padres que también han entrado en la misma dinámica. Para muchos, el bien máximo a conseguir por su hijo es una buena calificación.
Así, veo niños que pasan horas frente a los libros, bajo  una presión increíble, impuesta por los padres, compañeros y la escuela, con el único objetivo de que saque buenas notas. Y me pregunto, ¿esto tiene sentido? Me parece que no. Hay una pérdida de enfoque. El rendimiento académico ha asumido la absoluta primacía en la educación. Ha desplazado a lo que verdaderamente debe ocupar ese puesto: el desarrollo de una personalidad madura que ayude a los niños y adolescentes a asumir las riendas de su vida.
Esas edades, y solo esas, son el tiempo que la naturaleza ha previsto para que los niños y niñas aprendan a ser hombres y mujeres de virtud. Pero el estudio solo no logra eso. Es necesario que los niños jueguen con los amigos, compartan en familia, desarrollen un hobbie, hagan la compra con mami, vaya con papá a arreglar el carro, acompañen a un hermano al médico, etc. etc. Cuando se les priva continuamente de estas experiencias, porque “sino no tienen tiempo para estudiar”, se les hace un daño tremendo.
Debemos recuperar el ideal de que el estudio sea un instrumento para que nuestros hijos aprendan a ser sinceros, perseverantes, responsables, diligentes, puntuales, ordenados, etc. Si lo vemos así, el estudio y la escuela se integran junto con las relaciones familiares, los encargos de la casa, el entretenimiento, las relaciones sociales y tantas otras cosas en un ritmo de vida al servicio del crecimiento integral del joven.  Ya habrá tiempo, en la universidad, de situar el rendimiento académico en un lugar prominente.
Estas reflexiones, me han llevado a recordar una conversación con un matrimonio amigo. Me contaban la preocupación que tenían por lo que, a su juicio, era una carga académica desproporcionada para la edad de su niño. “Pareciera que las tareas están mandadas para que las hagan las mamás” me dijo la señora.
Luego me contó este diálogo que había sostenido con su niño:
-          Hijo,  vete a jugar, ya es suficiente de hacer tareas.
-          No mamá, ¡todavía hay cosas pendientes!
-          No importa, hijo. Has hecho bastante, vete a jugar.

100 % de acuerdo, ¡Que jueguen los niños! Así tendremos jóvenes más maduros y preparados para sacar adelante este mundo nuestro.


P.D. Como complemento de este artículo puede verse este otro: 11 ideas para ayudar a estudiar a tus hijos. (http://juanantoniobg.blogspot.com/2015/02/11-ideas-para-ayudar-estudiar-los-hijos.html). 




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"Lo único que hace falta para que el mal triunfe, es que los hombres buenos no hagan nada"
Edmund Burke